Comentario
Los comienzos del reinado del Ceremonioso fueron de amistad con Castilla, a la que ayudó contra los benimerines en la decisiva batalla del Salado (1340), la vigilancia del Estrecho (1342-44) y la toma de Algeciras (1344), aunque los intereses mercantiles acabaron prevaleciendo y la Corona firmó una tregua con Marruecos en 1350.
La política mediterránea, más que la peninsular, atraía la atención del Ceremonioso. El primer objetivo fue el reino de Mallorca (formado por las Baleares, el Rosellón, la Cerdaña y la ciudad de Montpellier), cuya porción insular dependía del aprovisionamiento exterior (el trigo sardo y siciliano que los catalanes administraban) y del comercio, una actividad muy unida al destino de los catalanes, que controlaban las rutas mediterráneas. Entre catalanes y mallorquines predominó el entendimiento aunque también hubo diferencias y rivalidades: los mercaderes mallorquines veían con inquietud cómo los barceloneses, merced a privilegios de la época de Jaime I, penetraban con ventaja en los mercados insulares, situación que Jaime II de Mallorca intentó cambiar sin éxito; este monarca, en cambio, por necesidades financieras, amplió los aranceles de la lezda de Colliure, en perjuicio del comercio catalán, y, por último, mercaderes catalanes y mallorquines compitieron entre sí en los mercados del Norte de Africa.
Durante los años de independencia del reino de Mallorca, que siguieron al tratado de Anagni (1295), a pesar del entendimiento entre sus monarcas y los de Aragón, éstos nunca dejaron de acariciar la idea de reincorporar este reino que el testamento de Jaime I había desgajado de la Corona. La situación propicia se dio en la primera mitad del siglo XIV cuando las embestidas de la crisis y las guerras mediterráneas perjudicaron gravemente la economía insular, y acentuaron su dependencia exterior. En estas circunstancias, el Ceremonioso encontró pretextos legales (incumplimiento de deberes vasalláticos) para incoar un proceso contra su vasallo y cuñado, Jaime III de Mallorca, que terminó con una condena de confiscación de bienes y derechos (1343).
Un cuerpo expedicionario, en gran medida financiado por la ciudad de Barcelona, tomó Mallorca (1343), y después se llevó a cabo una ofensiva por tierras del Rosellón que terminó con la rendición de Jaime III (1344). Al depuesto rey de Mallorca se le dejó el señorío de Montpellier, ambicionado por el rey de Francia, que acabó comprándolo, en 1348-49, cuando Jaime III necesitó dinero para hacer una última tentativa de reconquista de su reino, en la que encontró la muerte (Llucmajor, 1349). En el futuro, hasta finales del siglo XIV, sus descendientes conspirarían contra los reyes de Aragón y, desde Francia, realizarían incursiones de saqueo por el norte de Cataluña.
Durante los años de reinado del Ceremonioso, Cerdeña se convirtió en una isla en revuelta incesante. Las luchas más fuertes contra el dominio de la Corona se produjeron en 1347, 1350-53, 1354, 1358, 1364-68, 1369-71 y 1383. La larga resistencia de los sardos se explica en parte por la creciente debilidad de la Corona y por la internacionalización del conflicto: en efecto, las revueltas sardas, una lucha de carácter local, se convirtieron en guerra mediterránea cuando, a la coalición de genoveses y sardos, el Ceremonioso replicó con una alianza con Venecia (1350-55) y Bizancio (1350-52) contra Génova; después, el conflicto mediterráneo tuvo derivaciones de carácter peninsular a partir del momento en que Castilla, aliada de Génova, entró en guerra con la Corona de Aragón (1356), y, finalmente, los conflictos mediterráneo y peninsular enlazaron con la guerra continental de los Cien Años puesto que, franceses e ingleses, llamados a la Península por los reyes de Aragón y Castilla, dirimieron aquí, como en tierras ultrapirenaicas, sus diferencias.
La guerra de corso entre genoveses y catalanes, que perseguía debilitar económicamente al adversario, fue ampliamente practicada, y mientras Génova estimulaba las revueltas sardas, la Corona hacía lo propio en Córcega, isla donde los intereses genoveses predominaban. El Alguer, en Cerdeña, fue el foco constante de las primeras revueltas del reinado hasta que en 1354 el propio Pedro el Ceremonioso redujo la ciudad por el hambre, expulsó o esclavizó a sus habitantes sardos y la repobló con catalanes, cuyos descendientes todavía hoy hablan un dialecto catalán llamado alguerés.
Todavía en el ámbito mediterráneo deben anotarse las maniobras diplomáticas realizadas por el Ceremonioso para reincorporar la perdida Sicilia a la Corona: casó en terceras nupcias con Leonor (1349), hermana de Luis I de Sicilia (1342-55); dio a Federico III de Sicilia (1355-77) su hija Constanza de Aragón por mujer; y preparó el matrimonio (1392) de la reina María de Sicilia (1377-1401) con su nieto Martín el Joven, a través del cual Sicilia, efectivamente, volvería a la Corona.